miércoles, 9 de julio de 2014

La tecnología con los ojos de los adolescentes

Tecnología en Línea. Basta de quejarse de que los jóvenes de hoy en día son adictos a sus teléfonos. La pregunta que se debería estar formulando es la siguiente: ¿Qué saben ellos que usted no sepa?

Aunque usted no lo crea, hay ventajas de usar la tecnología como lo hacen los adolescentes. Le pregunté a un puñado de chicos de entre 11 y 17 años sin qué aplicaciones y herramientas no podrían vivir. Sus respuestas me hicieron cuestionar mis propios hábitos: ¿Por qué utilizo e-mail para comunicarme con mis amigos? ¿Por qué solo comparto mis mejores fotos?

Los adolescentes están entre los usuarios de tecnología más creativos, en parte debido a que no tienen las suposiciones de los adultos sobre la forma en que las cosas tienen que funcionar.

Con un smartphone, muchos adolescentes pueden estar conectados prácticamente todo el tiempo, lo que cambia la forma en que se mantienen en contacto con sus amigos y cómo se expresan.
Snapchat, la aplicación para compartir fotos que desaparecen después de unos segundos, a menudo confunde a los adultos que consideran las fotografías como algo formal e incluso permanente. Pero a los adolescentes les encanta por lo que pueden comunicar con fotos instantáneas, especialmente fotos desechables.

No estoy recomendando que todo el mundo empiece a utilizar Snapchat inmediatamente, pero qué tal si lo prueba.

Yo lo hice durante una semana, con mis afables padres septuagenarios. Tras unos intentos fallidos, ellos me enviaron "snaps" (o tomas): mi papá tratando de empacar su maleta, mi mamá haciendo caras chistosas. Yo les mandé una foto de los tomates de mi jardín.

A mi mamá no le gustó la rapidez con que las fotos desaparecían. Pero a mi papá le pareció una buena forma de mantenerse al tanto de las actividades de sus hijos y nietos. La capacidad de comunicarme con mis padres en mensajes cortos me dio la oportunidad de estar en contacto con ellos incluso cuando no tenía tiempo de llamar o escribir.
La experiencia nos demostró sobre todo que deberíamos compartir muchas más fotos. Los snaps que enviamos no son "importantes", pero compartir esos momentos nos une más.
En mis conversaciones con adolescentes -y con los sociólogos que los estudian- encontré cuatro prácticas que podrían cambiar la forma en que los adultos usan la tecnología:

Abandone el e-mail
Solo 6% de los adolescentes intercambia correos electrónicos a diario, según el Pew Research Center, un centro de estudios de Washington. Los chicos reservan el e-mail para comunicaciones oficiales.

"El correo electrónico es para las postulaciones a la universidad", dice Ryan Orbuch, un estudiante de 17 años de Colorado.

En lugar de eso, Orbuch utiliza varias aplicaciones de mensajería según las personas con las que quiere comunicarse. Por ejemplo, usa Snapchat para conversaciones entre dos personas, Facebook Messenger para charlar con grupos y Twitter para gente que no conoce en persona.
Tanto para adolescentes como para adultos, la calidad de una aplicación de mensajería instantánea depende del grupo de personas que puede localizar con ella. La lección para los adultos es que estas nuevas herramientas, como WhatsApp, eliminan las formalidades del e-mail. Nada de "Estimado" ni "Atentamente".

Estas aplicaciones además administran mejor las conversaciones: Facebook Messenger le permiten retirarse de conversaciones irrelevantes para usted.

Dígalo con imágenes
Hoy, 91% de los adolescentes publica una foto de sí mismos en redes sociales, según Pew. Las fotos y los videos cortos compartidos en Instagram o Vine pueden capturar un momento gracioso, o comunicar algo que, por escrito, podría ofender o molestar a los padres. La lección para los adultos es que uno puede expresar cosas en imágenes que tomarían más tiempo escribir o leer.

"No podría ver 50 publicaciones y textos de gente igual de rápido que 50 publicaciones en Instagram", dice Kapp Singer, de 14 años, en San Francisco.
¿Pero quién quiere ver todas esas imágenes? Compartir demás también puede irritar a los adolescentes. Instagram y otras aplicaciones de fotos son de hecho un antídoto: en lugar de llenar la bandeja de todos, la gente comparte una imagen, mientras que los usuarios eligen a quién seguir. Si alguien está contando demasiado, uno simplemente puede dejar de seguirlo o silenciarlo.

Y no se limite a las fotos. Los coloridos "emoji" están disponibles en los teclados del iPhone y los teléfonos que usan el sistema operativo Android, que muchos los utilizan para subrayar las emociones en sus mensajes. Si les parecen muy pequeños, puede probar los "stickers" tipo caricaturas más grandes que se hallan en Facebook Messenger y otros servicios de mensajería.

Ocúltese a plena luz del día
Los adultos suponen que a los jóvenes no les importa la privacidad. Pero un 58% de los usuarios adolescentes de redes sociales dicen que disfrazan sus mensajes, según Pew, utilizando imágenes inescrutables y chistes crípticos para comunicarse en código.

"Los adolescentes están creciendo en un mundo en el que dan por hecho la vigilancia", dice Danah Boyd, experta en redes sociales.
Natalie Jaffe, una joven de 17 años en Pittsburgh, dice que modifica lo que comparte en base a las personas que podrán verlo. "Simplemente me aseguro de que lo que publico sea adecuado", señala, consciente de que sus 600 seguidores en Instagram incluyen tanto a amigos como a sus padres.

La lección: uno puede estar en "público" sin compartir cosas vergonzosas para la posteridad.

Tire el manual del usuaro
El motivo por el que los adolescentes adoptan las nuevas tecnologías con tanto entusiasmo no es que tengan conocimientos natos sobre ellas, sino que no tienen miedo de probar algo nuevo.

Los adolescentes piensan así: "¿Cómo puedo probar y experimentar y someter esta cosa a mi voluntad, y hacer que haga lo yo quiero?" explica Amanda Lenhart, de Pew, que estudia el uso que la tecnología por los jóvenes.
A veces inventan nuevos usos. En Venmo, una aplicación para intercambiar pequeños montos de dinero, los adolescentes pagan a sus amigos US$1 u otra cantidad simbólica para decir "gracias". Es cómo el botón "Me gusta" pero con un valor monetario.

La lección para los adultos es que experimentar es tan importante como las instrucciones. No se desaliente si no desarrolla una habilidad de manera instantánea. Hable con un adolescente: le sorprenderá lo que puede aprender de ellos.



TEL/La Nación